Las naranjas se caían maduras
pero tú no las recogías,
con el rojo de las ortigas en tus manos
y el sol aproximado entre tu pelo.
Estaban los niños sin métricas
de las carreras impacientes
y los brazos bajos del algarrobo
guardián de los susurros
y estabas tú…
Ciento treinta y un millones de segundos
1 anno fa
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